Las hojas son órganos en forma de láminas, de crecimiento definido, que por lo común se expanden desde el tallo en sentido lateral. Su disposición y el funcionamiento de sus células y tejidos les confieren función protagónica en distintos procesos bioquímicos de las plantas. En las hojas, tiene lugar la fotosíntesis. Allí también se producen los procesos de respiración y transpiración de la planta. Pueden distinguirse cinco categorías de hojas, según su sucesión en la planta desde la misma base. Ellas son: cotiledones, encerrados en la semilla, que se forman en el embrión; catáfilas, de función protectora de las hojuelas de las yemas; nomófilas u hojas propiamente dichas; hipsófilas o brácteas, que protege la flor o inflorescencia, y antófilas o piezas florales, que intervienen en la reproducción (sépalos, pétalos). Sus partes La hoja normal o nomófilo está constituida por tres partes: la base foliar, el pecíolo y la lámina o limbo. La base foliar une la hoja al tallo, y generalmente, está ensanchada. El pecíolo es un rabillo que une la base foliar con el limbo soportando su peso; además, a través de él pasa el nervio principal, que transporta las sustancias del tallo a la hoja y viceversa. El limbo es una lámina muy delgada; esa característica hace que las células queden perfectamente expuestas a la luz solar, para el proceso de fotosíntesis. El limbo posee dos caras: una superior, el haz, y otra inferior, el envés. Sin embargo, no todas las hojas presentan las tres partes indicadas. Algunas carecen de pecíolo, por lo que reciben el nombre de sésiles o sentadas. En otras hojas está ausente el limbo, y sus funciones son cumplidas por el pecíolo, que adopta una forma laminar. También se distinguen ciertas plantas cuya hoja se reduce sólo a la base foliar. En las gramíneas, la base foliar envuelve al tallo y se denomina vaina. |
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